sábado, 9 de marzo de 2013

Jesuitas y Opus Dei: el poder en la sombra




Tras la renuncia de Benedicto XVI, efectiva desde el pasado 28 de febrero de 2013, ha dado comienzo el “periodo electoral” para el nombramiento del nuevo Papa que alcanzará su máximo apogeo con el inicio del Cónclave el próximo martes 12 de marzo y culminará con la designación del sucesor del Papa Ratzinger.
De entre todas las familias y “partidos” que van a intentar hacer valer sus influencias en el Cónclave para conseguir el nombramiento de sus candidatos, queremos destacar por su especial poder y relevancia mediática dos de ellos: la Compañía de Jesús y el Opus Dei.
En términos generales, se puede decir que la orden religiosa de la Compañía de Jesús y la prelatura del Opus Dei, ambas fundadas por sacerdotes españoles, son representativas actualmente de las posturas progresistas y conservadoras, respectivamente, en el seno de la Iglesia.
Para entender un poco más estas categorizaciones y, sobre todo, para hacernos una idea de cómo afrontan el Cónclave estas dos familias, vamos a analizar brevemente la trayectoria de ambas en los dos últimos pontificados.
En el pontificado de Juan Pablo II, sin duda el Opus Dei tuvo una mayor cercanía al Papa que los jesuitas, con los que el Sumo Pontífice tuvo enfrentamientos constantes y no precisamente irrelevantes.
Una de las razones que llevó a Juan Pablo II a tener esa empatía con el Opus Dei fue su incondicional apoyo al inicio de su mandato, en unos momentos difíciles para la Iglesia, en donde existían constantes e importantes corrientes internas que abogaban, al amparo de la renovación articulada como consecuencia del Concilio, por una reforma de mayor calado en la Iglesia. En ese clima de presiones e incertidumbres, en el que la figura del Papa no gozaba todavía del prestigio y de la fuerza que posteriormente le daría su personalidad infranqueable y su acierto en las decisiones, el Opus Dei (que ya tenía un peso específico en la Iglesia y que estaba dirigido por Álvaro del Portillo, sucesor de San José María) se mostró firme en la defensa de los principios de la Iglesia y de lo establecido en los textos del Concilio, sin pretender ir más allá de estos, ayudando al Papa a frenar aquellos intentos “progresistas” de cambiar pilares fundamentales de la Iglesia (como es la imposibilidad de acceso de las mujeres al sacramento de la orden sacerdotal), en unos casos, y tradiciones generalizadas (por ejemplo, el celibato de los sacerdotes), en otros, así como a sofocar determinados idearios cercanos al marxismo, especialmente en Hispanoamérica.

Como recompensa a esa fidelidad del Opus Dei hacia él y hacia la propia Iglesia (aunque más que recompensa yo diría que fue como muestra de su confianza hacia la Obra), Juan Pablo II elevó al Opus Dei a la categoría de prelatura personal (diócesis propia de carácter mundial y no sujeta a las órdenes de las diócesis territoriales), única existente en estos momentos, y beatificó y canonizó al fundador de la Obra, San José María Escrivá de Balaguer.


Por el contrario, el trato que dispensó el Papa Wojtyla a los jesuitas fue muy distinto, muy parecido al que se le da a un hijo querido pero descarriado y confundido. La mayor prueba de esa falta de conexión entre el Papa y la Compañía de Jesús tuvo lugar en el año 1981 cuando Juan Pablo II prohibió a los jesuitas, que recordemos que tienen voto de obediencia al Papa, convocar una Congregación General para el nombramiento de un nuevo prepósito general (en ese momento el padre Arrupe estaba ya enfermo y había nombrado a O’Keefe como general vicario a la espera de la celebración de una Congregación General). El Papa pensó que previsiblemente de esa potencial Congregación General hubiera salido elegido una persona continuista con la línea marcada por el polémico Arrupe, probablemente el propio O’Keefe, que era precisamente lo que quería evitar. Por ello, en una decisión sin precedentes, designó al más conservador Paolo Dezza, jesuita, como delegado personal para que dirigiera la Compañía hasta nueva orden. Posteriormente, en 1983, la Congregación General elegiría a Kolvenbach como “papa negro” (así se denomina coloquialmente al prepósito general de la Compañía de Jesús).

Durante el pontificado de Benedicto XVI, a pesar de que siempre se ha dicho que Benedicto XVI se apoyaba más en las “órdenes antiguas”, al contrario que Juan Pablo II que confiaba más en las denominadas “ordenes nuevas”, los desencuentros entre el Papa y la Compañía de Jesús continuaron. Ha sido notoria la disparidad de criterio entre Benedicto XVI y jesuitas de la talla del antiguo arzobispo de Milán, Carlo María Martini, persona muy carismática dotada de gran planta y probada oratoria, fallecido el año pasado, y el actual prepósito general de los jesuitas, el español Adolfo Nicolás, que ha reconocido públicamente que en el marco del diálogo teológico que busca la verdad, Benedicto XVI y él tienen diferencias. En esta línea, también es muy destacable la “sugerencia” que le hizo Benedicto XVI a los jesuitas en su carta enviada a Kolvenbach con ocasión de la 35ª Congregación General de la Compañía de Jesús (año 2008): “podría resultar muy útil que la Congregación general reafirme, según el espíritu de san Ignacio, su propia adhesión total a la doctrina católica, especialmente en puntos neurálgicos hoy fuertemente atacados por la cultura secular, como, por ejemplo, la relación entre Cristo y las religiones, algunos aspectos de la teología de la liberación y varios puntos de la moral sexual, sobre todo en lo que se refiere a la indisolubilidad del matrimonio y a la pastoral de las personas homosexuales”. No puede olvidarse que de los teólogos sancionados por la Santa Sede en los últimos años la mayoría han sido jesuitas.
Desde mi punto de vista, el hecho de que la portavocía del Vaticano, es decir, la voz de la Curia, estuviera liderada durante el pontificado de Juan Pablo II por el español y numerario del Opus Dei Rafael Navarro-Valls mientras que en la etapa de Benedicto XVI ese puesto lo ocupara el jesuita Federico Lombardi, no valida esa supuesta preferencia del ya Papa emérito por los jesuitas en detrimento del Opus Dei. Prueba de ello es que la comisión especial creada para investigar los vatileaks, uno de los asuntos más delicados de su pontificado y el que está dando más que hablar en las Congregaciones Generales, formada por 3 personas, ha estado dirigida por el cardenal español y miembro de la Obra Julián Herranz. Asimismo, también es sintomático el nombramiento del numerario estadounidense Greg Burke como asesor de comunicación del Vaticano, puesto que no existía anteriormente. A su vez, Tarcisio Bertone ha tenido una gran relación con miembros de la Obra.
Todos estos precedentes serán tenidos en cuenta por los cardenales del Opus Dei y de los jesuitas a la hora de votar la elección del nuevo Papa.
En estos momentos, hay dos cardenales miembros del Opus Dei (el anteriormente referido Herranz y el arzobispo de Lima Juan Luis Cipriani, ambos electores) por 6 de la Compañía de Jesús. Sin embargo, de estos 6, únicamente 2 (el argentino Jorge Mario Bergoglio y el indonesio Julius Darmaatmadja) son electores, si bien Julius Darmaatmadja no acudirá al Cónclave por motivos de salud.
A pesar de que Herranz y Cipriani son los únicos cardenales miembros de la Obra, muchos otros son simpatizantes de esta, como los cardenales electores Francesco Monterisi, Norberto Rivera (arzobispo de Ciudad de México) así como otros no electores como Darío Castrillón Hoyos o Jorge Medina Estévez. El propio Bertone y Angelo Sodano tienen también cierta cercanía a la Obra. Todos ellos intentarán aglutinar el denominado voto “conservador” y dirigirlo hacia un candidato de consenso entre estos cardenales.  

Por su parte, los jesuitas abanderarán el voto progresista, como ya hicieron en el Cónclave del que salió elegido Benedicto XVI, en el que supuestamente tras la primera ronda de votaciones, en la que obtuvieron votos los jesuitas Jorge Mario Bergoglio y Martini, los únicos candidatos que quedaron con opciones fueron el propio Bergoglio (candidato progresista) y Ratzinger, de un perfil eminentemente conservador.

Por último, señalar que los últimos rumores apuntan a que, según van avanzando las Congregaciones Generales, se están formando dos grupos en parte ajenos a las tradicionales consideraciones teológicas. El primero de ellos sería partidario de no airear demasiado las intrigas vaticanas y en él se encontrarían fundamentalmente los cardenales italianos. El segundo, liderado por los norteamericanos, sí sería, por el contrario, partidario de una política de comunicación más transparente y abierta. La postura que tomen los jesuitas y el Opus respecto de estos grupos puede ser determinante para el resultado de la votación. Es probable, aunque son solo hipótesis, que los cardenales afines al Opus Dei se encuentren más cercanos a la primera de las posturas mientras que los jesuitas se encontrarían más cómodos en la segunda de ellas.

De quién sea el nuevo Papa y de la posición que hayan tomado respecto de él el Opus Dei y la Compañía de Jesús dependerá en gran medida la influencia de ambas en los próximos años.
El resultado de todas las intrigas lo conoceremos a partir del próximo 12 de marzo.

Un abrazo,
F.M. de Lera






jueves, 21 de febrero de 2013

Luchas de poder en el seno de la Iglesia. Renuncia de Benedicto XVI y próximo Cónclave.

Desde la llegada de Benedicto XVI a la silla de San Pedro, pero más intensamente en los últimos 4 años, se está librando una batalla sangrienta por el poder político de la Iglesia entre dos facciones: los “diplomáticos”, encabezados por el ex-secretario de estado del Vaticano Angelo Sodano (actual decano del Colegio Cardenalicio y secretario de estado con Juan Pablo II y en los primeros meses del pontificado de Benedicto XVI), provenientes de la Pontificia Accademia Ecclesiastica (la escuela diplomática vaticana), y los “bertonianos”, cuyo líder es el actual secretario de estado Tarcisio Bertone (sucesor de Sodano) y son los que ahora mismo copan los puestos más importantes en la Curia.
 

Esta batalla se da en todos los planos de la Iglesia. La dimisión de Dionigi Tettamanzi como arzobispo de Milán, las filtraciones de documentos (vatileaks), la dimisión del presidente del IOR (comúnmente conocido como Banco Vaticano) Ettore Gotti Tedeschi (que llegó a decir que si muere en circunstancias extrañas, en una carta se encontrará la razón de su muerte), la dimisión de Carlo María Viganó como secretario general del Governatorato de la Ciudad del Vaticano al poco tiempo de escribir una carta privada denunciando la corrupción en el Vaticano y su posterior nombramiento como nuncio apostólico en Washington o la dimisión de Dino Boffo como director de Avvenire (periódico de la Conferencia Episcopal Italiana) son solo algunos ejemplos de las consecuencias de este enfrentamiento. Incluso se llegó a decir que la frase “muéstrame también lo que Mahoma ha traído de nuevo, y encontrarás solamente cosas malas e inhumanas, como su directriz de difundir por medio de la espada la fe que predicaba” que pronunció el Papa Benedicto XVI en su discurso en la Universidad de Ratisbona en 2006 citando al emperador bizantino Manuel II, cuando todavía era secretario de estado Sodano, que provocó un conflicto diplomático entre la Santa Sede y el mundo musulmán, fue introducida en el texto que leyó Benedicto XVI por algún partidario de Bertone. Benedicto XVI, en el libro "Luz del Mundo", aclara que el discurso en el que se incluía dicha frase se pronunció en clave académica, pero que la interpretación política de este sacó de contexto la referencia que Benedicto XVI hizo a la afirmación del emperador bizantino. Pocos días después de la conferencia en la Universidad de Ratisbona, Bertone sustituyó a Sodano como secretario de Estado.
 
 
La gran mayoría de los enfrentamientos los ha ganado Bertone. A la pregunta de cómo ha podido acumular tanto poder este cardenal, la respuesta es sencilla: Benedicto XVI, a diferencia de Juan Pablo II, es un hombre dedicado en cuerpo y alma a la filosofía, a la teología y a la religión, no a la política. Pero el Papa, además de ser un líder espiritual y religioso, es el jefe de un Estado. Consciente de esto, Benedicto XVI nombró al ex-secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fé y hombre de confianza suyo Tarcisio Bertone como secretario de estado para que se ocupara de la gestión de la Iglesia. De esta forma, Bertone adquirió plenos poderes en ese área y Benedicto XVI se pudo seguir concentrando en la rama doctrinal y teológica de la Iglesia así como en el diálogo ecuménico.
 
 
Cuando, a raíz de los vatileaks, Benedicto XVI se dio cuenta de la gravedad y la dimensión de las luchas de poder que se estaban produciendo en el seno de la Iglesia, nombró a su amigo y teólogo Gerhard Ludwig Müller, entre otros cargos, Prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fé (siendo este una persona no del agrado de Bertone) para así concentrarse él más en la labor de gobierno de la Santa Sede y de la Iglesia. No obstante, y aunque después de los vatileaks empezaron a “dejar sus puestos” hombres próximos a Bertone, probablemente Benedicto XVI se percató también de que ya era tarde para tomar esas riendas y de que no tenía suficientes fuerzas para hacerlo, llegando a decir Benedicto XVI, según algunos, que era demasiado viejo para cambiar de secretario de estado.
 
 
Pues bien, en este contexto, van a medir sus fuerzas los “diplomáticos” y los “bertonianos” en el Cónclave en el que se elija al nuevo Papa que tendrá lugar en marzo.
 
 
El Colegio Cardenalicio está formado por 209 cardenales, de los cuales 118 son electores y participarán en el Cónclave. Es necesario tener 2/3 de los votos de los cardenales electores para ser elegido Papa. Como datos geográficos, indicar que Europa tiene 62 cardenales electores, América del Norte (México no incluido) 14, América Latina (incluido México) 19, África 11, Asia 11 y Oceanía 1.
 
 
Los cardenales italianos son los que tienen más influencia con mucha diferencia en el Colegio Cardenalicio, no solo porque son la nacionalidad más numerosa dentro de este (28 cardenales electores y 53 no electores frente a los 11 electores y 8 no electores de EEUU -siguiente nación con más cardenales-) sino porque son los que lideran los diferentes “partidos” dentro del Colegio (los anteriormente citados “diplomáticos” y “bertonianos” pero también los “ambrosianos”, “ratzingeristas”, “pastoralistas”, etc.). Estos líderes, supuestamente, han decidido que el próximo Papa tiene que ser italiano. A su vez, atendiendo a los cardenales creados por Benedicto XVI durante su pontificado, se podría incluso sostener que el mismo Papa comparte esta idea, ya que casi un tercio de los nuevos cardenales elegidos han sido italianos.
 
 
Por lo tanto, hay grandes posibilidades de que el siguiente Papa sea italiano.
 
 
El nombre del cardenal italiano que tendrá muchas probabilidades de ser Papa dependerá de quien gane la batalla dentro del Cónclave, los “bertonianos” o los “diplomáticos”.
 
 
En los Consistorios Cardenalicios de Benedicto XVI, especialmente en el penúltimo, los “bertonianos” consiguieron el nombramiento de más cardenales afines que los “diplomáticos” y aquéllos tienen a su favor que Bertone sí estará en el Cónclave, a diferencia de Sodano, que no es cardenal elector (los cardenales con 80 años o más, como es el caso de Sodano, no son electores) y no estará en la sala. No obstante, Bertone (seguramente por la sola razón de gobernar y mandar en el Vaticano) levanta algún recelo en la todopoderosa Conferencia Episcopal Italiana presidida por el cardenal Angelo Bagnasco, cardenal que se podría agrupar dentro de los “pastoralistas”, liderados por el ex-presidente de la Conferencia Episcopal Italiana cardenal Camillo Ruini.
 
 
El claro “candidati” es el “conservador” Angelo Scola. Ex-patriarca de Venecia y actual arzobispo de Milán (cargo con un peso específico muy importante en la Curia), fue trasladado a esa archidiócesis (la más grande del mundo) por Benedicto XVI en junio de 2011 en sustitución de Dionigi Tettamanzi (acérrimo enemigo de Bertone). Se comenta que Benedicto XVI, que habría declarado que Scola sería un gran Papa, lo colocó ahí para que contara con el apoyo en un futuro Cónclave de la rama de los “ambrosianos” (aquéllos cardenales que tienen alguna conexión con Milán). Desde mi punto de vista, también podría contar con el apoyo como candidato de consenso de los “diplomáticos” y de los “ratzingeristas”.
 
 
Probablemente, uno de los obstáculos para que Scola sea elegido Papa, será el propio Bertone, que según se desprende de los últimos leaks, parece que no tiene buena relación con Scola ni este con el secretario de estado.
 
 
Al margen de cualquier otro candidato italiano (como, por ejemplo, Dionigi Tettamanzi), el siguiente con más posibilidades aparentemente es Marc Oulet, cardenal canadiense y prefecto para la Congregación de los Obispos. Es un cardenal muy cercano a Benedicto XVI.
 
 
Otro que también es “quinielable” es el arzobispo de Nueva York, Timothy Dolan que destaca por su faceta de gran comunicador.
 
 
Al mismo tiempo, están los eternos candidatos sudamericanos. Corre el rumor de que en el último Cónclave el que le disputó al cardenal Ratzinger la silla de San Pedro fue el jesuita argentino Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires. En el Cónclave de marzo, los que más pitan son el hondureño Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, arzobispo de Tegucigalpa, y los brasileños Odilo Pedro Scherer, arzobispo de Sao Paulo, y su antecesor, Claudio Hummes.
 
 
Algún europeo podría acceder igualmente al papado como candidato intermedio si hay una oposición a la opción italiana.
 
 
En mi opinión, los que no tienen muchas probabilidades de ser Papa son los cardenales de origen africano (como el nigeriano Francis Arinze) o asiático (como el indio Ivan Dias), por mucho que se incluyan en todas las quinielas.
 
 
Sin embargo, atendiendo al dicho de que “quien entra Papa, sale cardenal” hasta el cardenal menos favorito podría salir victorioso del Cónclave.
 
 
Espero que este resumen os sirva para entender el contexto en el que se realiza el Cónclave y lo que se cocina dentro de los muros vaticanos en donde todo lo que no es sagrado es secreto.


Un abrazo,
 
F.M. de Lera

Carta de bienvenida

Queridos lectores:


 
Hoy me estreno como humilde actor de esta gran obra sin límites de espacio ni de tiempo que es internet.


Aunque es difícil adelantar cuál va a ser la temática concreta de “Cala Veragua” sin incurrir en posteriores contradicciones fruto de la natural evolución de un blog, sí me atrevo a trasladaros la finalidad principal que ha impulsado su creación: intentar compartir con vosotros información y opinión de interés de forma sucinta sobre aspectos históricos, políticos, sociales y culturales, con el objetivo de que podamos alcanzar una visión de conjunto respecto de temas específicos con la mera lectura de un post.

 
Confío en que “Cala Veragua” sea de vuestro agrado. Por mi parte, estaré siempre abierto a cualquier sugerencia o crítica que me queráis hacer.
 

Un abrazo,

F.M. de Lera